El 4 de julio de 1947, 4000 escapes libres entraron en Hollister. Su plan era pasar el largo fin de semana de fiesta y ver las carreras, pero la fiesta se salió de control. La policía local incluso admitió que los motoristas “se hicieron más daño a sí mismos de lo que le hicieron a la ciudad”, pero la prensa explotó la historia fuera de toda proporción. Cuando los hechos fueron dramatizados por Hollywood en “El savaje” (The Wild One), la imagen que EEUU tenía del motociclismo cambió para siempre.
Durante la década de 1930, Hollister había sido el escenario de carreras populares organizadas por la Asociación de Motociclistas Americanos y promocionadas por los Salinas Ramblers. Los espectadores participaban en el ‘Gypsy Tour’ organizado por la AMA y, al crecer la asistencia, las carreras del Memorial Day llegaron a ser tan importantes como la feria de ganado o el rodeo de Hollister.
Los veteranos formaron cientos de pequeños motoclubs con nombres como los ‘Jackrabbits’ (Liebres), ’13 Rebels’ y ‘Yellow Jackets’ (Chaquetas amarillas). Los miembros vestían sueters del club; rodaban, bebían y se iban de fiesta juntos, y organizaban salidas informales al campo. No había ningún sentido de la territorialidad o rivalidad entre clubs.
El ejército, sin embargo, no es el mejor lugar para adquirir buenos modales. Los nuevos motociclistas bebían más y eran más revoltosos que los pilotos que venían a Hollister antes de la guerra.
Al principio, los 21 bares y tabernas de Hollister dieron la bienvenida a los motoristas con los brazos abiertos. Fue un buen truco colocar las motos en frente de varias tabernas. Sin embargo, los dueños de los bares se dieron cuenta rápidamente de que la multitud no necesitaba ningún estímulo adicional y siguiendo el consejo de la policía, los camareros acordaron cerrar dos horas antes de lo normal, un intento en vano que se hizo para dejar de servir cerveza, pensando que los motociclistas probablemente no podrían permitirse el lujo de tomar alcohol más fuerte.
Desde el atardecer del viernes a la madrugada del domingo, la sobrepasada policía de Hollister (y muchos residentes perplejos) vieron carreras de aceleración de borrachos a escape libre, derrapadas, quemadas e improvisadas carreras de relevos por la calle principal. La mayoría de ellos ignoró las carreras que se estaban celebrando en el Memorial Park.
En total, se trataron por heridas en el hospital local a 50 o 60 motociclistas. Hubo el mismo número de arrestados, que fueron acusados de delitos menores como: embriaguez pública, conducta desordenada y conducción temerari, la mayoría fueron retenidos solamente durante unas horas. No hubo asesinatos ni violaciones, no hubo destrucción de propiedad, ni incendios, ni saqueos, de hecho ningún ciudadano sufrió ningún daño.
El domingo, llegaron 40 oficiales de la patrulla de carreteras de California con una demostración de fuerza y amenazas de gas lacrimógeno. Los motociclistas se dispersaron y volvieron a sus puestos de trabajo.
El San Francisco Chronicle se apresuró a contar el fin de semana salvaje de Hollister. Aunque en realidad no mintieran, las historias llevaban titulares sensacionalistas de tipo: “Devastación en Hollister” y “Disturbios… los motoristas toman la ciudad”. La pesadilla del departamento de relaciones públicas de la AMA empeoró dos semanas más tarde, cuando la revista Life publicó una foto, a página completa, de un fornido borracho balanceándose encima de una Harley con una cerveza en cada mano.
Conforme pasa el tiempo, se hace más difícil separar el mito de la realidad respecto a Hollister, no pudo haber sido tan malo, cuando el pueblo aceptó que, la AMA y los Salinas Ramblers, volvieran a organizar las carreras otra vez, tan sólo cinco meses después, los establecimientos de la ciudad dieron la bienvenida a los motociclistas (y a sus billeteras) de nuevo.
La población estaba en calma en medio de una tormenta nacional; Hollister, que era la que había vivido realmente los “disturbios”, estaba preparada para recibir a los motociclistas de nuevo, mientras tanto otras ciudades de los EE.UU., que sólo habían leído lo que la prensa había escrito, suspendieron las carreras. Además, los departamentos de policía fomentaron la idea de que bandas errantes de despiadados matones motorizados podían aparecer en sus ciudades en cualquier momento, este era un recurso especialmente utilizado a la hora de asignar presupuestos.